Son dos acontecimientos que bien pueden significar un cambio en el rumbo de la historia. El año 2016 puede llegar a ser, cuando dentro de algunas décadas se analice este momento, un punto de inflexión en el que se dejó atrás la tendencia aperturista, tolerante y globalizadora, dando paso a un mundo más cerrado e intolerante.
Si Trump cumple solo algunas de las promesas de su campaña electoral, no caben dudas que será así. Su acercamiento a Rusia y su alejamiento de Europa, así como un camino de enemistad con China, pueden significar grandes dolores de cabeza tanto desde el punto de vista político como económico.
El inicio de la salida del Reino Unido de la Unión Europea también será duro y amenaza con transformarse en la punta del iceberg de movimientos nacionalistas y antiglobalizadores, fundamentalmente de extrema derecha, pero también desde la izquierda radical, que pueden comenzar a ganar peso en el año que se inicia y llegar a determinar, quién sabe, hasta la desaparición del euro.
En 2017 hay elecciones en Francia y Alemania y estos grupos nacionalistas se frotan las manos con la expectativa de dar una sorpresa como la de los británicos.
Si el mundo camina en ese rumbo, será un planeta más hostil e intolerante y también más cerrado. Por ende, más pobre, afectando fundamentalmente a países como Uruguay, que basan su prosperidad económica en las colocaciones de bienes en el mercado internacional.
Establecer estrategias de alianzas, asegurarse la colocación de los productos exportables en mercados de alta y creciente demanda, aparecen, en especial con este pronóstico, como esenciales para sostener una senda de crecimiento. Estrechar vínculos con China, camino que se inició con la visita del presidente Vázquez en octubre, es sin dudas una estrategia mucho más importante ahora que antes.

Tardáguila Agromercados.