Para los ganaderos del noreste de Formosa, las dificultades están a la vuelta de la esquina. En esa provincia, ocho de cada diez productores tienen hasta 25 hectáreas, de las que obtienen un rinde anual promedio que oscila entre 45 y 65 kilos de carne por hectárea. En este contexto, a mediados de 2014, extensionistas de las unidades de Laguna Blanca y El Colorado del INTA encararon un proyecto ambicioso: aumentar la producción de kilos de carne en el rodeo vacuno. Y a corto plazo.
La experiencia se desarrolló en un campo típico de la zona de Tres Lagunas, propiedad del productor César Díaz. Gracias al trabajo sostenido durante unos diez años, en los que perfeccionaron el manejo de pasturas megatérmicas y la suplementación, lograron un aumento del 150 % en el peso promedio de los novillitos, que pasaron de 126 a 316 kilos. A su vez, durante ese ciclo fueron capaces de producir 1.000 kg de carne por hectárea, muy por encima del promedio provincial. El plus fue que el aumento de peso se plasmó en tiempo récord.
Pero, ¿cómo lo lograron? “Lo que más nos impactó fue que en tan poco tiempo se haya podido aumentar el peso de los animales”, dijo Díaz, dueño del campo San Miguel, de 96 hectáreas, ubicado a la vera de la ruta provincial 3 en la zona de Tres Lagunas, donde se llevó a cabo este trabajo. Hoy ya vendió sus novillos, pero la experiencia quedó al alcance de todos.
Tras un trabajo de investigación y diagnóstico en el territorio, evaluadas las problemáticas en cuanto a la ganadería vacuna, la experiencia hizo foco en la suplementación de alimentos para los novillitos y la combinación de técnicas de manejo de pasturas como las recomendaciones más eficientes para aumentar la producción de kilos de carne por hectárea.
“Utilizamos 32 novillitos de 126 kg promedio que fueron distribuidos en seis hectáreas. Después dividimos en dos el lote y enviamos la mitad de los novillos para cada parcela”, explicó Hugo Fretes, técnico del INTA Laguna Blanca –Formosa–. Un año después, en 2015, el peso promedio de los animales llegó a 316 kg.
Al final del camino, tras 258 días de suplementación concreta, los números fueron categóricos: al campo de Díaz ingresaron 4.165 kg en terneros y finalizaron 10.435 kg en novillitos. En poco más de seis hectáreas, se produjeron 6.277 kg con un costo de producción de $ 6,3/kg de carne.
“Al hacer este tipo de ensayos en las chacras de los productores, lo que pretendemos es demostrarles que, con buen manejo, es posible obtener estos resultados”, expresó Diego Ramilo, coordinador nacional de Transferencia y Extensión del INTA. En esa línea, precisó que “es importante salir de la estación experimental, donde contamos con conocimiento, maquinaria y personal muy calificado, para en cambio trabajar junto a los productores en sus parcelas”.
Ramilo agregó que los resultados de esta experiencia fueron presentados ante productores de la zona en el mismo campo de Díaz. “A partir de esa presentación ya surgieron demandas de otros ganaderos que quieren hacer lo mismo. Y, en las cooperativas locales, hoy ya observamos una mayor demanda de semilla de algodón para suplementación a raíz de estos resultados”.
“Este ensayo demuestra que los pequeños productores, aún con superficies reducidas, al incorporar tecnologías –no sólo duras sino de procesos y conocimientos– también pueden ser altamente eficientes”, afirmó Ramilo. A su vez, el coordinador del INTA señaló que “este esfuerzo institucional también es útil para que los decisores políticos cuenten con información técnica y validada a campo para diseñar políticas sectoriales, de alto impacto y bajo costo, como planes ganaderos provinciales, entre diversas herramientas de gestión”.
Esta experiencia se realizó de manera articulada con el Ministerio de la Producción y Ambiente de la provincia de Formosa, que cedió las balanzas utilizadas para pesar a los animales y seguir el ensayo de suplementación mes a mes. Además, la investigación nació en el marco del Proyecto Regional de Desarrollo del Este de Formosa, con la intención de dar respuestas a una de las máximas necesidades de los productores locales.
La frutilla del postre: la suplementación
La suplementación –es decir, la administración de los alimentos– fue decisiva para que el ganado bovino aumente de peso diariamente, crezca en su carga animal y avance en productividad. Además, el desafío de esta experiencia fue hacerlo en el corto plazo, en un espacio reducido y mejorando la utilización de pasturas.
“En un principio la suplementación se inició con 1,5 kg de maíz, más 1 kg de semilla de algodón, más 30 gramos de urea. Toda una ración de alimentos que se fueron ajustando en función del aumento de peso de los animales”, explicó Fretes, quien trabajó junto con los ingenieros agrónomos Eda Avico, Eduardo Alberto, Randolf Terrazas y el ingeniero zootecnista Fernando Nenning.
Los técnicos del INTA, tras analizar el suelo, evaluaron qué especies forrajeras funcionarían en medio de pastizales naturales y grandes parcelas sobrepastoreadas. Allí el objetivo fue pensar en una suplementación de novillitos sobre pasturas megatérmicas que sirvan para lograr ganancias de peso diarias en los animales y compensar, por ejemplo, desbalances nutricionales de los campos.
“El animal tiene que engordar con pasto, porque ahí está la ganancia”, indicó Fretes. De acuerdo con el técnico, en algunos lugares de Formosa, el precio del maíz actualmente ronda los tres pesos por kilo. “En la zona de Pirané, comprando a granel, cuesta $2,20 por kilo. Pero acá estamos a 140 kilómetros de Pirané”, graficó.
Sobre la región y la ganadería
El equipo técnico de la Agencia de Extensión Rural Laguna Blanca, dependiente de la Estación Experimental Agropecuaria El Colorado, trabaja principalmente en los departamentos de Pilcomayo y Pilagás, al noreste de la provincia de Formosa. Allí, la confianza entre los productores y los técnicos es fundamental para plasmar las experiencias en las parcelas de sus campos.
“Aquí se concentra la mayor cantidad de minifundios. El 82 % de los campos son de hasta 25 hectáreas en promedio”, explicó el coordinador del Proyecto Regional enfoque Territorial (PRET), Eduardo Alberto. En la zona disminuyó la producción de algodón por dificultades contras las plagas, principalmente el picudo, pero creció la producción maicera y hortícola de pimientos, zapallos, batatas y mandioca.
“La ganadería para los productores minifundistas es una caja de ahorro. Su mirada es más bien la de un tenedor de hacienda. Por eso es importante aumentar el kilo de carne del ganado y también la producción de leche”, dijo Alberto.
Para Díaz, el apoyo del INTA es fundamental porque además demuestra que “se pueden hacer cosas sin grandes inversiones” y es un aliciente a futuro para que los productores puedan superar problemas a la hora de comercializar el ganado o engordar sus animales.
Tras una demostración a campo frente a productores de toda la región, en el mismo establecimiento de Díaz, las conclusiones de este trabajo de transferencia de tecnología e investigación del INTA hacia los productores pueden verse plasmadas en la producción diaria de esta zona, donde los productores ahora apuestan con mayor concientización a la suplementación de sus animales y al manejo eficiente de los pastizales naturales.
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