EL MERCADO LANERO
15 de octubre de 2017INAC: BOLETIN SEMANAL FAENA PRECIOS EXPORTACIÓN
15 de octubre de 2017La competitividad en jaque
Por Fernando Mattos *
Más allá de las repercusiones de los discursos del acto de clausura en Expo Prado, en los que se manifiestan productores y gobierno respecto de la marcha del país, el sector agroindustrial, su incidencia socioeconómica, el análisis de los problemas y dificultades por los que atraviesa, el mayor centro de atención fue otro. Quien robó la escena en la exposición más importante del país, fue la polé- mica generada por un informe referido a la exportación de ganado en pie y sus presuntos efectos negativos por la pérdida de valor agregado en la cadena de la carne. En un estudio elaborado por encargo de la industria frigorífica a una prestigiosa consultora, se analiza el comportamiento del mercado exportador de animales vivos, sus efectos al interior de la cadena y concluye en la cuantificación de la pérdida de valor agregado para la economía, en USD 480 millones en 9 años, durante el periodo 2008 al 2016. Analicemos con más detenimiento las reacciones de los distintos sectores y como se forma el valor dentro de la cadena. Considerando que puede haber lectores que no están tan familiarizados con la producción ganadera bovina, trataLa competitividad en jaque Por Fernando Mattos * remos de explicar cómo funciona. Básicamente se trata de una operativa con tres etapas, en el campo. La primera, tiene que ver con la reproducción en la que se generan terneros, estos luego del nacimiento cumplen con un periodo inicial con las vacas, denominándose esta etapa como cría. Luego del destete, se inicia la recría, etapa de crecimiento sin la madre, en sus distintas modalidades. La tercera etapa es la terminación, invernada o engorde. Por lo tanto, tenemos dos clases de productores. Los que se especializan en una o dos de esas etapas o los que hacen las tres, conocidos como de «ciclo completo». El Criador es el primer eslabón de la cadena, históricamente el más débil, pues recibe por derrame el sobrecosto de los otros subsectores que trasladan sus penurias e ineficiencias por intermedio del precio. El destino final de la producción, mayoritariamente pasa por la etapa industrial, sea para exportación o consumo interno de carne. Si bien al sector industrial le preocupa el reciente crecimiento de los volúmenes de exportación en pie de ganado, lo que podrá determinar una menor disponibilidad de ganado pronto para faena en los próximos años, y como consecuencia una elevación del costo de la materia prima, las estadísticas han demostrado que va a ocurrir lo contrario, en el mediano plazo. Como regla general de la economía empresarial, cuando tenemos un mercado cautivo en la que solamente disponemos de un canal comercial, no existe expectativa para la inversión, no se busca la eficiencia, la aplicación tecnológica, o la especialización productiva, máxime en la ganadería cuya biología determina ciclos largos del proceso productivo. En este periodo de gobierno, se ha mantenido una política de libre exportación en pie, largamente reclamada por los productores, lo que ha otorgado una alternativa comercial al criador que ha visto otro panorama, mejorando el precio de su producción y su rentabilidad, beneficiando también a muchos pequeños productores. Lejos de significar un riesgo, hemos visto el aumento de los nacimientos de terneros en Uruguay, la mejora en la recría de la hembra para ingresar más temprano en la etapa reproductiva y una consolidación del rodeo de vacas en producción. Mantener esta política de certidumbre, asegura un crecimiento de la cantidad y calidad de la producción ganadera, generando mayor volumen de materia prima, sin amenazar al parque industrial instalado y a la mano de obra que allí desempeña funciones. Es lógica y previsible la conclusión de informe referido. Claro está que exportar materias primas sin un mayor grado de procesamiento, representa una pérdida de valor agregado y una renuncia implícita al trabajo de más uruguayos. No es lo mismo exportar ganado vivo que un paquete de carne certificada, un tronco o un chip de madera en relación al papel o a la celulosa, un grano de soja o su propio aceite, la lana sucia versus el tejido fino de una textil. No obstante, entendemos que el motivo central que impulsa esta lógica y que ha determinado que la industria frigorífica haya encomendado este trabajo es la absoluta pérdida de competitividad que se profundiza en el Uruguay y que está ahogando a todos los sectores que comercializan transables. Todo intento de agregado de valor en nuestro país representa, en las actuales circunstancias, un paso hacia la mayor pérdida de capacidad de competencia, principalmente en las cadenas de ciclos largos como la ganadera. Durante largas décadas hemos estado sometidos a varios aspectos de política económica que han determinado enormes transferencias de los sectores productivos a otros segmentos de la sociedad. Con la caída de los precios de nuestras exportaciones, varias cadenas se ven sumamente comprometidas, por una relación de costos que no se relacionan con los ingresos, determinando un círculo vicioso de nula rentabilidad, baja inversión, caída productiva futura, descapitalización y endeudamiento. Como ejemplo, tenemos las cadenas del arroz y de la leche, verdaderos iconos productivos en calidad y eficiencia, hoy sumamente comprometidos por falta de rentabilidad. El gobierno no ha sabido manejar la circunstancia de disponer del ciclo de crecimiento económico más prolongado de la historia conviviendo con un paradojal déficit fiscal récord, ocasionado por una expansión del gasto inusitado, fundamentalmente generado en la administración Mujica, cuyo peso recae pesadamente sobre el aparato productivo. ¿Se puede justificar a no ser por una estrategia de mantenerse en el poder que, en plena era de las comunicaciones y de recursos tecnológicos, tengamos 65 mil funcionarios públicos más que en el 2004, llegando a casi 300 mil? Uruguay presenta una muy baja tasa de inversión en relación a parámetros internacionales lo que pone en riesgo la sostenibilidad del ritmo de crecimiento futuro. Estamos sometidos a un ajuste fiscal que ahoga a las personas y a las empresas, asistiendo con pánico como en cada ley de rendición de cuentas, se proponen nuevas alternativas de recaudación. En el mismo sentido, las tarifas públicas han sido instrumentos de recaudación, determinando una sobrecarga a la población y un factor distorsión cuando comparamos lo que pagan nuestros competidores por esos servicios esenciales. En un mercado como el Mercosur, en la que deberíamos tener cierta coordinación macroeconómica y tributaria luego de 26 años de intento integrador, no podríamos tener tamaña diferencia de costos productivos y de tarifas, máxime cuando competimos con producciones semejantes en terceros mercados. Ejemplo de ello es el costo de faena que se verifica en la industria frigorífica, en la que grupos empresariales están simultáneamente en varios paí- ses integrantes del bloque y donde surge lo siguiente: Con lo que cuesta faenar un vacuno en Uruguay, se faenan casi dos en Brasil y casi tres en Paraguay. O sea, numéricamente, cuesta 110 dólares más faenar un animal en Uruguay en relación a Paraguay. Si esa diferencia la llevamos a 2,3 millones de cabezas, la faena anual de Uruguay, tenemos más de 250 millones de dólares de diferencia en el costo de procesar ese volumen. No es difícil de concluir cual será el país que seleccionarán esos grupos empresariales a la hora de invertir y como serán duros competidores nuestros en el exterior. Otros factores vinculados a las políticas públicas también han sido determinantes a la hora de analizar nuestra pérdida de capacidad competitiva. La mejora en la inserción internacional está en debe. Seguimos pagando en la cadena de la carne más de 200 millones de dólares anuales a los Tesoros de los países que nos compran por los aranceles de importación existentes, lo que representa casi el 15% del valor exportado, exceso de derechos en un negocio con reducidos márgenes. Mientras seguimos encerrados en el inmovilismo negociador del Mercosur, en la que por demasiado tiempo se le dio prioridad a las identidades ideoló- gicas, los demás países que compiten con nuestras exportaciones avanzan rápidamente en la firma de acuerdos comerciales que les aseguran una desgravación arancelaria de la que estamos lejos de obtener. Cuando el eje de la demanda global de los productos primarios que exportamos se corre hacia los países de Asia, deberíamos tener una estrategia mucho más agresiva de negociación para la mejora del acceso a mercados que son altamente protegidos, como los agrícolas. Hace mucho tiempo que Uruguay no logra una mejora en la condición de acceso en materia arancelaria de nuestras carnes, nuestro principal producto, por beneficio o mérito propio, debiendo retrotraernos a la década del 90 al final de la Ronda Uruguay del GATT y a la firma de un TLC con México, en 2003. En resumen, la exportación en pie no es perjudicial para la cadena y para el país en los volúmenes que se ha practicado, al contrario, representa un factor de certidumbre para el primer eslabón de la cadena, el más débil, la cría, que es la base de la pirámide productiva y se ve estimulada a incrementar la producción futura de materia prima. Los problemas de sustentabilidad de las cadenas productivas en Uruguay están vinculados a la mejora de la competitividad, hoy comprometida por un déficit fiscal estructural, el manejo de un tipo de cambio real desalineado que genera una fuerte transferencia desde los sectores productivos al resto de la sociedad, alta presión fiscal, uso de tarifas públicas con fines recaudatorios, fuerte deterioro de la infraestructura vial por desinversión y la falta de mejores condiciones de acceso a los mercados. Finalmente, como sociedad debemos ser muy rigurosos y vigilantes cuando se escuchan, desde distintos ámbitos y cada vez con mayor frecuencia, casos de corrupción y falta de ética que deben ser castigados con mucho más severidad por las justicia y por los partidos políticos, lo que marca un deterioro de nuestra conducta que no debemos complacer ni aceptar.
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